miércoles, 12 de junio de 2013

La Selección Mexicana de futbol y su pacto con Satanás

El ambiente con el que despertamos este miércoles 12 de junio bien lo podríamos haber fechado en 1997,  2001 o 2009. Simplemente el futbol mexicano no termina por aprender la lección. Cada eliminatoria el "Tri" luce más en comerciales, canciones y programas que dentro de la cancha. En los últimos 30 años México vive un infierno previo a cada Mundial. Y la pregunta que nadie se hace (y mucho menos responde) es ¿porqué?
 
El viacrucis
Hagamos un breve recuento de esos 30 años: Quedamos fuera de España 82. En 1986 fuimos sede. Para Italia 90 fuimos suspendidos por el famoso caso de los "cachirules". Rumbo a Estados Unidos 94 se obtuvo el boleto hasta el último partido, jugando de visitante contra Canadá. En el proceso de cara a Francia 98 Bora calificó al Tri, pero fue despedido luego de una eliminatoria bastante opaca. Para Corea-Japón la nave se hundía luego de resultados malísimos con Enrique Meza y el relevo casi milagroso de Javier Aguirre. Mismo caso para Alemania 2010, donde Hugo Sánchez y Sven Goran Ericsson pasaron por la guillotina antes de encender las velas a "San Vasco" quien cumplió la meta. Sólo Ricardo LaVolpe tuvo una eliminatoria tranquila, donde México calificó "caminando".
 
La paradoja del ser ( o vivir pecando)
Es quizá por eso que no nos queda clara la relación entre las palabras de analistas, directivos, técnicos y jugadores cuando se refieren al Tri como "El Gigante de la Concacaf". Y no se trata sólo de publicidad barata lanzada por Televisa o Tv Azteca  para vender ese producto llamado Selección Nacional. La realidad es que México posee mejores instalaciones, jugadores, torneos y resultados internacionales que el resto del área. ¿Qué sucede entonces cada 4 años?
 
Que suponemos tan cierta la evidencia, que creemos que basta para pasar por encima de los rivales de la zona. El primer pecado del seleccionado nacional es precisamente la soberbia. Pero no es la única razón; el Tri de LaVolpe estaba años luz de ser humilde, empezando por su técnico. Sale a la luz otro pecado, más recurrente en los procesos eliminatorios: la falta de compromiso.
 
Sí, hablamos del peso que representa ser el favorito y tener la obligación no solo de ganar, sino de trasladar esa "superioridad previa"  al terreno de juego y al marcador. Tampoco se puede pedir otra cosa. Cuando un solo jugador gana el salario de todo el equipo rival junto, o cuando la población total del contrario cabe en el estadio Azteca, o cuando enfrentas a pescadores, maestros, albañiles y campesinos que se juntaron a jugar futbol, lo menos que exiges aquí y en cualquier parte del mundo es reflejar esas diferencias en cómo juegas y cuantos goles anotas. No hacerlo es sinónimo de fracaso y por ende de críticas.
 
El último pecado del Tri sucede gracias a las televisoras: Convertida en una mercancía, la Selección Nacional está obligada a ganar y a gustar. Los interminables comerciales de cervezas, teléfonos, bancos, sandwiches y demás baratijas hacen de sus jugadores "estrellas comerciales" en una especie de "star system" donde "hacer sandwich" te obliga a jugar "como parido por los dioses". Nadie compra mercancía aburrida, nadie aprecia mercancía perdedora. Tampoco se idolatran a seres humanos comunes. Convertida en mercancía, la Selección Nacional está jodidamente condenada a los grandes triunfos (o al menos a los triunfos) y a estrellas locales y plásticas del balón.
 
Resulta entonces que en el país del surrealismo, el deporte favorito de millones está condenado a ser devorado por aquello que lo mantiene. Digno de una novela cafkiana, la Selección está condenada a sufrir su tormento a cambio de casi "tener seguro" su boleto a cada mundial. Un cuento macabro donde el alma del condenado no tiene otra salida y ofrece los mismos resultados cada 4 años. Un pacto satánico que exige sacrificios humanos para mantenerse así mismo. Es el turno de José Manuel de la Torre y su séquito. Bacanal pagana. Es el circo romano a la mexicana....

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